En nuestro anterior post denominamos al Festibike como feria y no como festival, y es que es esa la sensación que nos queda tras recorrerlo este sábado. Un festival de la bicicleta debería ser un lugar donde cualquiera fuera a disfrutar de numerosas actividades relacionadas con la aquella, donde se combinara deporte y ocio, que no negocio, con una muy amplia oferta de propuestas lúdicas en las que participar directa o indirectamente.
Y esa es la idea que nos venden, porque efectivamente se organizan diversas marchas, existía un pequeño circuito para probar bicicletas eléctricas, exhibiciones de free style y la ya conocida rueda looping. Pero las primeras cuestan dinero a los participantes, el circuito de las eléctricas era insuficiente y limitado a una sola marca (da la impresión de que lo monto ésta y no la organización), el free style reducido a un solo salto y la rueda escondida en el interior de la carpa central. Se echó de menos la posibilidad de una mayor participación del visitante y numerosas actividades que de verdad hicieran que aquello fuera un festival: circuitos infantiles, escuelas de técnica, conducción y mecánica, talleres, charlas, concursos y sorteos, exhibiciones, música en directo, medicina deportiva, y un largo etcétera.
Al contrario, uno se va de allí con la sensación de haber estado en una feria de expositores que, con comprensible actitud, intentan vender las maravillas de sus productos. Por otra parte, esto no es de extrañar, hasta lógico diríamos, pues han de amortizar el pastón que la organización les cobra por poner un stand. El peaje mínimo es de 55.000 euros (sí, más de nueve millones de pesetas). No me digáis que con todo ese dinero no se puede organizar un verdadero festival. Quizá sea más interesante el negocio que el ocio. Sólo hay que preguntarse por qué las marcas más grandes no han estado presentes en esta edición.
En cuanto a la Maratón del domingo diremos que, al margen de que el recorrido fuera precioso en muchos de sus tramos y en general bastante variado y completo, se espera bastante más de una marcha en la que por inscribirse cobran dinero (de media 20 euros). Y no nos referimos a los regalos (mochila, cámara, aceite para cadena y botella de bebida isotónica), porque éstos no le cuestan dinero a la organización y los que participan no lo hacen por aquellos. En realidad lo que se espera en una marcha maratón es apoyo total al corredor, que éste tenga lo que necesite a lo largo del recorrido. Entendemos que es una marcha no competitiva y que por tanto las calles y carreteras no estén cortadas al tráfico, pero en cada cruce e incorporación debería de haber alguien que controlara el tránsito, y en algunos puntos nadie hubo. Está claro que el ciclista debe siempre respetar las normas de circulación, pero ¿habrá que recordar de nuevo que somos los débiles frente a otros vehículos?
Por otra parte, los anunciados 72 kms. se convirtieron en casi 80 kms. reales, es decir, que tampoco la dosificación pudo planificarse perfectamente, y más teniendo en cuenta que los 6 kms. "de regalo" fueron cuesta arriba.
En cualquier caso, lo más sangrante del recorrido fueron los avituallamientos y su falta de previsión y provisión. Fue sorprendente llegar al primer avituallamiento y comprobar que con lo único que nos podíamos reponer era con... agua (eso sí, mineral embotellada). En el segundo sólo pudimos hidratarnos, esta vez con isotónica (al menos no era agua), pero nada sólido. El tercero fue el colmo, pues únicamente había agua de garrafa, que además era de "sírvase usted mismo", y media barrita energética (sólo si se pedía). Del cuarto no se podía esperar más: isotónica y un cuarto de manzana. Al término de la prueba, medio "taper" de pasta que no llegó a todos los participantes.
De esta forma es difícil disfrutar al cien por cien de un prueba que en manos de cualquier club pequeño podría haber estado infinitamente mejor organizada, pues el interés es cuidar al corredor, que los participantes disfruten y que la carrera tenga un buen nombre. Con esta lamentable organización muchos no repetiremos en próximas ediciones. Con esta pésima organización la sensación es que interesa el negocio y no el deportista.
En fin, sea como fuere, y como siempre, las THINKeras y THINKeros disfrutamos de lo lindo de nosotros mismos y de los compañeros y compañeras de ruta.