Club de ciclismo MTB+ROAD.
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20 nov 2008

Nuestros hijos

Hoy que es el Día Mundial de la Infancia, y aprovechando la campaña desplegada en la blogosfera en contra de la pornografía infantil (desde aquí decimos NO A LA PORNOGRAFÍA INFANTIL, en la red o fuera de ella) y aun teniendo nada que ver con esto último y mucho con lo primero, no he podido resistirme a rescatar un artículo publicado hace tiempo en ARQ y+ sobre la educación y nuestro papel como padres. Espero que os guste, y sobretodo vuestros comentarios.
AHORA HAY ALGUIEN QUE NOS MIRA. Nuestra generación, la del babyboom, es particular. Mucho. Lo tuvimos casi todo, pero no fue bastante, no fue lo que queríamos, o lo que esperábamos. En realidad, no sabemos aun lo que queríamos, y menos lo que queremos, que es algo mucho peor. Creemos saberlo todo, y aunque nos equivoquemos lo justificamos sin más, porque somos nosotros, y nosotros estamos en poder de la razón siempre. Esa es la primera equivocación, creer que somos los mejores y que sabemos, no ya de todo, sino todo. Hay que reconocer que no fue un camino de rosas hasta llegar al presente: nacimos en dictadura y nos chupamos la transición, lo que implica estar en tierra de nadie en ciertos aspectos; hemos sufrido todos los cambios habidos y por haber, y todas las crisis: la droga empezó a dar duro coincidiendo con nuestra adolescencia, y tuvimos que ver como amigos de la infancia se quedaban por el camino; la movida acabó antes de disfrutarla, nos pilló demasiado jóvenes; cuando entramos en la universidad ésta estaba masificada y las huelgas de estudiantes ya no se hacían por ideas, ni tan siquiera por corporativismo en defensa de la futura profesión, sino para perder clase; cuando quisimos incorporarnos al mundo laboral nos pilló la crisis post Expo y el paro atroz; de repente aparece el SIDA como enfermedad global y todos fuimos grupos de riesgo, y aquella aparente libertad de principios de los 80 nunca nos rozó; cuando planteamos comprar vivienda, empezaron a subir, y nosotros sin trabajo (ahora hay mileuristas, antes éramos unos afortunados ganando ochenta mil pelas). Siempre hemos sido muchos para todo, y el todo era poco. Y en cuanto a la profesión, aquellos que soñábamos con ejercer según el modelo tradicional, nos dimos cuenta que la figura del arquitecto ya no era valorada como antaño (hoy ya no es siquiera respetada, y está destinada tristemente a desaparecer como tal, al igual que los estudios tradicionales). Los sueños, en nuestro caso, acabaron por quebrarse. Pero a pesar de este pasado imperfecto, y esto es curioso, creemos que éste es el mejor de todos los posibles, y exhibimos nuestra supuesta felicidad orgullosos y altivos, sin pensar en nuestra profunda equivocación. Al contrario, nosotros jamás erramos. Pues bien, esto ha de acabar. Es hora de cambiar. Ahora hay alguien que nos mira, y que en un futuro más cercano de lo que creemos nos juzgará. Nuestra generación es ahora responsable de otra. Resulta que ahora somos padres y madres, y la mayor parte no nos damos cuenta de lo que eso representa. Ahora hay alguien que nos mira. Debemos dejar a un lado nuestro egoísmo, nuestro creer saberlo todo, incluso en asuntos educativos. Dejar a un lado nuestra dejadez, nuestra apatía, nuestra confianza en que los maestros son los que educan cuando en realidad sólo tienen el deber de formar, de impartir conocimiento, no educación. Ahora hay alguien que nos mira. Y somos los que educamos a ese alguien. Esto debe quedarnos claro. Ahora hay alguien que nos mira. Y nos admira. Que se fija en nosotros, nos toma como modelo a imitar. Y nos imita. Y al hacerlo adquiere pautas de comportamiento, las nuestras. Es muy sencillo, al ser nosotros mismos y comportarnos como sencillamente lo hacemos habitualmente estamos educando. Nuestro comportamiento es educación. Somos educadores por el mero hecho de vivir nuestra vida, que es también la suya. Somos educación. Nos miran, y es nuestra responsabilidad asegurar que los que lo hacen no repitan nuestros errores. Requiere esfuerzo, un esfuerzo que nuestra generación debe ser capaz de soportar, aunque sea por puro egoísmo. Ahora hay alguien que nos mira. Nos mira el futuro. Nuestros hijos.

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